Caminaba calle abajo
a paso ligero. Se sentía tan cansada que lo único que le apetecía
con urgencia era llegar a casa para meterse bajo el chorro de la
ducha, y dejar que el agua caliente le calmara los músculos
doloridos. Había sido un día duro.
La calle estaba
bastante oscura, faltaban algunas luces del alumbrado, que al parecer
se habían fundido y no habían sido repuestas. Pasos resonaron a lo
lejos. Echó un vistazo a su espalda, intentado localizar el causante
de aquellos lejanos sonidos huecos, que cada segundo parecían estar
mas cerca, aunque fue incapaz de encontrar su origen. Aceleró el
paso intentando llegar a una zona mejor alumbrada de la calle, que
vislumbraba un poco más adelante, y sintió la necesidad de sentirse
segura entre las cálidas paredes de su casa. Un sentimiento de
desazón que no podía justificar se apoderó de ella, y sintió el
impulso de echar a correr. Los sonidos parecían estar cada vez más
cerca, hasta el punto de que por un momento creyó que los tenía
justo detrás. De pronto , el silencio más absoluto. El vello se le
erizó y una sensación de frío la recorrió de arriba a abajo. Se
detuvo a escuchar, aunque todos sus sentidos le pedían que corriera.
El corazón le latía desbocado golpeándole las costillas, como si
quisiera salírsele del pecho. La adrenalina la puso en marcha de
nuevo y reaccionó con rapidez. Aunque no lo suficiente, pues se vió
arrastrada por el suelo después de sentir un golpe brutal en su
espalda que la tiró de bruces. Se dió con la cara en el asfalto, y
sintió la quemazón de los arañazos en su piel. Una fuerza
invisible la arrastraba hacia delante guiándola como sujeta de unos
hilos cual marioneta inerte. No podía luchar contra aquella fuerza
que la dominaba y parecía llevarla a algún lugar. Y de pronto
ocurrió algo que la desconcerto más aún, si aquello era posible.
Aterrorizada , la cabeza se le fue hacia atrás, y sintioósu mente
invadida por una presencia que no era su propia esencia, sino la de
otro ser, que parecía tomar el control de su cerebro. Sus ojos se
quedaron ciegos por un momento, a su alrededor todo era oscuridad, y
en medio de aquella, unos ojos de gato aparecieron como dos luces
para iluminar el camino. Ojos grandes y rasgados, verdes y amarillos,
brillantes, con el iris vertical, que parecían excrutarla desde el
interior de su mente, queriendo decirle algo, algo que ella , en su
ceguera y desesperación , no alcanzaba a comprender. Perdida toda
noción de la realidad, creyó que estaba sufriendo algún tipo de
paranoia alucinoide, í otro tipo de pérdida de raciocinio fruto de
algún desbarajuste que no podía justificar ni explicar. O puede que
estuviera muerta. O que estuviera dentro de una horrenda pesadilla de
la que no podia despertar. Cualquier posibilidad era mejor que creer
que aquello era real, pues si lo creyera, realmente seria síntoma de
que había perdido la cabeza.
Sintió una fuerte
sacudida, y una voz se filtró en su mente. Era profunda, vibrante,
como el ronroneo de un gato, aunque parecía humana.
-Quedate quieta, no
te muevas.....no te resistas, quiere llevarte con él.... déjale
hacer.... yo te liberaré....
No entendía de
dónde brotaba aquella voz, pero tenía la certeza que los ojos de
gato que la observaban desde la oscuridad de su mente enloquecida y
aquella voz susurrrante, tenían el mismo origen, pertenecían al
mismo ente que se comunicaba con ella de aquel modo extraño.
Se dejó hacer.... Y
tan pronto como dejó de resitirse a aquella fuerza avasalladora que
la impulsaba hacia delante, hacia un lugar desconocido, se desplomó
en el suelo como una muñeca rota.
Intentó
incorporarse lentamente, la visión parecía volver de nuevo a sus
ojos, aunque borrosa y vacilante, y se sintió terriblemente cansada,
más aún de lo que ya lo estaba, agotada, como si la vida estuviera
a punto de abandonar su cuerpo. Se desplomó en el suelo frío de
nuevo, incapaz de levantarse, con la cabeza ladeada, notando como un
fino hilo caliente surcaba su mejilla arañada y despellejada. La
brutalidad de aquel asalto se había cobrado un alto precio que su
cuerpo maltrecho había pagado con creces. Mirando sin mirar, con la
vista pérdida en algún punto inconcreto, un gato negro se deslizó
silencioso cruzando su visión, entre la penumbra de la calle, como
una sombra que de pronto pareció perder su forma y tomar una nueva,
humana, que se incorporaba sobre sus patas que se transformaban en
piernas y manos, alzándose con un cuerpo completamente humano, de
hombre, y en aquel momento, perdió la consciencia, se sintio caer en
un pozo de oscuridad y se dejó llevar por una inmensa calma, la que
creyó que precedía a la muerte. Increíblemente, se sintió en paz,
ligera, desaparecido el cansancio. Sintió que se elevaba, sin ser
consciente de unos brazos fuertes que la levantaban y la llevaban. Se
sintió cálida, caliente y reconfortada, en puerto seguro.
Una tenue luz se
filtró entre sus pestañas, invitándola a observar. La cabeza le
palpitaba, y se sentóa aturdida y desorientada. Se incorporó sobre
sus manos, y se dió cuenta de que se hallaba tendida en una cama
grande, enorme, de sabanas negras y suaves. Pero no era su cama. No
sabía dónde estaba.
Se levantó
sujetándose las sienes, y las masajeó suavemente, queriendo hacer
desaparecer el dolor. Al observar más detenidamente, se percató de
la existencia de una mesilla sobre la que encontró un vaso de agua
junto a una píldora que reconoció como un analgésico. Quien quiera
que fuera quien la había dejado allí, sabía que la iba a
necesitar. Se tomó la pastilla con un sorbo , y levantándose
vacilante, se dirigió a la única puerta que encontró. Aquella
puerta la llevó a un pasillo levemente iluminado en dónde colgaba
un espejo en el que se detuvo a observar su reflejo. Acarició su
cara, pasando los dedos sobre la fea herida que todavia permanecia
tierna y sensible, dolorida. Avanzó unos pasos, mirando a su
alrededor, y el pasillo dió paso a otra estancia igualmente
iluminada. Un desconocido permanecía de espaldas a ella, absorto. De
repente se dió la vuelta y la miró directamente, esperando su
reacción. Ella avanzó un poco más, dudosa, sin decir nada, y
cuando casi estuvo a su altura, el desconocido rompió el pesado
silencio.
Cómo te
sientes?- su voz grave, vibrante, le recordó otra voz que ya había
escuchado antes, y qué debido a la singularidad del hecho, le era
imposible olvidar.
Bien... -
respondió ella- Todo lo bien que se puede estar.... - la voz broto
rasposa, temblorosa.
Creo que no me
he presentado como es debido.... Mi nombre es Aaron. Siento que nos
conozcamos en estas circunstancias.
Y qué
circunstancias son esas? - No sabía como afrontar la situación.
¿No quieres
saber qué fue lo que ocurrió esta noche? O quien te asaltó?- la
interrogó él, con incredulidad fingida.
No sé muy bien
si quiero saber o no..... Lo que ocurrió fue..... extraño ... y
aterrador... Creí, por un momento creí... Que iba a morir....- su
voz fue un susurro triste.
La muerte.....
hubiera sido una liberación. Pero esa conversacin podemos dejarla
para cuando te sientas un poco mejor. Hay cosas que debes saber,
pues tu vida como la conoces, ha cambiado. Debes ser cautelosa,
protegerte.... o dejar que te protejan. Porque créeme cuando te
digo, que volverá, lo intentara de nuevo... y puede que entonces no
tengas tanta suerte.- afirmó Aaron seriamente.- No pienses que mi
intención es asustarte, sólo deseo prevenirte.
¿Prevenirme de
qué? Qué ocurre? Quién volverá, maldita sea?- la voz de la mujer
subió un par de octavas, el miedo tomaba el control.- Díme!!! Díme
qué pasa!!
Como digo....
Es mejor que tengamos esta conversación cuando te hayas
repuesto.... Te contaré todo cuanto quieras saber, todo, pero es
mejor que te calmes, pues el miedo hará que cometas errores, y eso,
puede ser fatal. Mientras.... mientras, puedes quedarte aquí si lo
deseas.
¿Mientras?
Quieres decir que no puedo volver a mi vida, a mi casa?!!- Ella
parecía cada vez más afectada, el control esfumándose por
momentos.
No voy a tomar
esa decisión por ti... Pero aquí estarás más segura, al menos ,
mientras encontramos otra solución. No tienes nada que temer de mí.
¿No tengo nada
que temer? Y címo puedo saberlo, dime, cémo? No te conozco, no se
quién eres ni de dónde diablos has salido.... No sé dónde estoy,
ni cómo he llegado aquí... No sé si puedo fiarme de tí, estaría
poniendo mi vida en tus manos.... y eso, amigo, es mucho decir, no
te parece?- la mujer hablaba a voz en grito, expresándo su miedo en
unas pocas frases. Aaron sabía que era una reacción normal después
de lo que había sentido, del miedo y la incertidumbre, y no dijo
nada al respecto. Dejó que alzara la voz, y su miedo brotara, y
cuando calló, las lágrimas brotaban de sus ojos , ya liberadas de
su prisión .
¿Fuiste tú? -
preguntó entre hipídos-.
¿A qué te
refieres? - inquirió él-.
A si fuiste tú
quien me trajo aquí... Creo que alguien me liberó cuando.... Pero
sólo recuerdo unos ojos... unos ojos de gato... y una cálida
voz... Tu voz. ¿Puedes explicarme eso? - preguntó de nuevo- No
pienses que no te lo agradezco... si fuiste tú. Pero fue muy
extraño...
Fuí yo.
En aquel momento
ella recordó la sombra del gato, silenciosa , deslizándose entre
las sombras, transformándose en un hombre, ante su mirada ausente,
que sólo podía observar atónita en su estado de embriaguez y
confusión, cómo su forma cambiaba y se erguía sobre sus patas
convertidas en pies humanos, como una silueta desnuda, definida, con
contornos claros y dibujados, firmes y desconocidos hasta ese
momento, se abrían paso en la bruma de su memoria consciente antes
de caer presa de la oscura inconsciencia.
Entonces Aaron dió
un paso hacia ella, exponiéndose a la escasa luz de la estancia, que
le alumbró el rostro. Sus rasgos le eran desconocidos, su nariz, su
boca.... Pero sus ojos...Aquellos ojos ... Conocía aquellos ojos,
ahora humanos. Mientras lo observaba, el aire se crispó, se calentó,
vibró.... y en sus ojos aparecieron dos pupilas verticales dentro de
unos iris verdes y amarillos.....Ojos de gato. Los mismos ojos, la
misma mirada.....
Él supo que ella
iba a huir antes siquiera de que el pensamiento cruzara su mente....
La apresó por los antebrazos, sujetándola firmemente pero sin
hacerle daño, y se acercó tanto que podía olerlo. Un aroma raro,
almizclado, terrenal, le llenó las fosas nasales. Y recordó otra
sensación: el sentimiento de seguridad cuando creyó que la muerte
había venido a buscarla. Recordó la sensación de sentirse alzada,
elevada, flotando sobre dos brazos fuertes y cálidos, acogedores y
protectores, que la llevaban a un lugar donde estaría a salvo. Y ,
sin saber porqué, tuvo la certeza de que Aaron no quería hacerle
daño, de que podía confiar en él. Aunque no sabía cómo había
llegado a aquella conclusión, lo cierto era que lo creía.
No tienes nada
que temer de mí.... Yo te protegería con mi vida si fuera
necesario...- su voz surgió cadenciosa, brotando de la profundida
de su pecho, como una vibración, un ronroneo.
Lo sé..... No
me preguntes porqué, pero ahora lo sé...Tengo la extraña
impresión de que te conozco de mucho tiempo antes de hoy....-movió
la cabeza, en un gesto de negación e incredulidad.- Gracias , por
protegerme.
No tienes que
darlas...- Y retomando la conversación dónde se había quedado con
anterioridad, le dijo:- Descansa, mañana cuando te sientas mejor,
tenemos mucho de qué hablar.... Te contaré todo, lo que quieras
saber, y entenderás, que tu vida, para bien o para mal, ha cambiado
para siempre.
Está bien...
Me quedaré hasta mañana. Después decidiré qué hacer.- La mujer
cerró los ojos por un segundo y suspiró levemente. El analgésico
empezaba a surtir efecto, y un leve adormecimiento empezaba a
apoderarse de sus sentidos. Inclinó la cabeza hacia delante y chocó
con el pecho de Aaron, que presintiéndo lo que ocurría, de nuevo
la tomó en brazos alzándola como si pesara menos que una pluma, y
se dirigió con ella a la habitación con paso firme y decidido. La
depositó suavemente en la cama, y la observó en silencio. Se
inclinó hacia ella y tomando un suave mechón de su pelo, lo
acarició con reverencia. De pronto lo soltó como si se hubiera
quemado, y aunque lo habían advertido, sabía que no podría evitar
lo inevitable. La adivina lo había profetizado. El destino estaba
escrito, y él conocía el suyo.... El de ambos. Ella estaba
prohibida para él. Pero no podría evitar lo que sabía que no
debía ocurrir. Porque cuando llegara el momento, ambos lo
desearían. Y todo, cobraría sentido.