Siempre he tenido la sensación de
sentirme observada. Muchas veces he tenido el impulso de darme la
vuelta, y al hacerlo, esperando encontrarme con ese par de ojos
observadores que me erizan la piel, sólo he sorprendido la soledad a
mi alrededor. El vacío. Y la sensación ha permanecido conmigo.
Alertándome, advirtiéndome.
Hasta hoy. Ha sucedido algo extraño
que va más allá de la lógica y la razón. Por un momento, creí
que alucinaba. Pero ha sido real, es real. No lo he imaginado.
Al igual que otras veces, cuando he
sentido el ya conocido cosquilleo en la nuca y la sensación de no
estar sola en la habitación, no he podido resistir la tentación de
volverme a mirar, de sorprender al intruso.
Obviamente no había nadie, ahora llega
lo raro.
Una pluma blanca,vaporosa, la más
grande que hasta ahora he visto, fina y ligera como un copo de nieve,
ha caído bailando con un rítmico e hipnótico balanceo hasta
posarse a mis pies. Como si la hubieran dejado caer, justo alli, para
que yo la encontrara.
No sé de dónde ha salido.
Estoy estupefacta, asombrada, con la
vista clavada en el suelo, y siento el impulso de levantar la vista
al cielo, con temor a la vez, por si el techo de mi habitación no es
lo único que encuentro al hacerlo.
He salido de mi asombro y recogiéndola
del suelo, la he cogido suavemente entre mis dedos, he acariciado
cuidadosamente sus sedosos filamentos, con reverencia, con temor a
que desapareciera tan rápido como había aparecido. Sin más.
Son casi incorpóreos. Tan suaves como
una caricia. Tan leve que parece irreal, mágica, voluble.
He guardado la pluma entre las páginas
de mi diario, entre estas líneas, para que cada vez que la observe y
la acaricie entre mis manos, me recuerde que la magia existe, que no
debo dejarme abatir por la tristeza que algunas veces, se adueña de
mi alma y mi cuerpo.
Recuerdo que cuando era niña, mi
abuela siempre me decía que debía tener el ángel de la guarda más
bueno y paciente del mundo velando por mí. Ella creía en esas
cosas.
Yo siempre he pensado que eran cuentos
infantiles para tranquilizar a los niños cuando duermen. Para alejar
los miedos, que se sientan seguros, a salvo, bajo la vigilante
mirada de alguien mágico que los protege de los males del mundo.
Hasta hoy.
Lo lógico sería pensar que la pluma
que guardo entre estas páginas, haya ido a parar a mis manos por
muchas y variadas razones y posibilidades.
Pero mi corazón y mi alma me gritan la
verdad. Puede que mi abuela tuviera razón. Es una certeza tan clara
y cristalina, como la luz de un nuevo dia.
Aunque no pueda verlo, siento que está
aquí, conmigo. Que siempre lo ha estado.
Protegiéndome. Guardándome.
Siempre lo he sabido.
Demasiadas coincidencias, demasiados
susurros, demasiadas veces darme la vuelta buscando a alguien que no
se dejaba ver.
Creo que, no sé muy bien porqué
razón, me ha dejado saber que está aquí, conmigo.
Creo que quiere que tenga fe en él,
que sienta que no estoy sola, aunque a mí me lo parezca en
ocasiones.
Creo que desea que sepa, que estoy a
salvo bajo sus alas.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario