jueves, 19 de diciembre de 2013

RELATO CORTO: BAJO SUS ALAS.


Siempre he tenido la sensación de sentirme observada. Muchas veces he tenido el impulso de darme la vuelta, y al hacerlo, esperando encontrarme con ese par de ojos observadores que me erizan la piel, sólo he sorprendido la soledad a mi alrededor. El vacío. Y la sensación ha permanecido conmigo. Alertándome, advirtiéndome.
Hasta hoy. Ha sucedido algo extraño que va más allá de la lógica y la razón. Por un momento, creí que alucinaba. Pero ha sido real, es real. No lo he imaginado.
Al igual que otras veces, cuando he sentido el ya conocido cosquilleo en la nuca y la sensación de no estar sola en la habitación, no he podido resistir la tentación de volverme a mirar, de sorprender al intruso.
Obviamente no había nadie, ahora llega lo raro.
Una pluma blanca,vaporosa, la más grande que hasta ahora he visto, fina y ligera como un copo de nieve, ha caído bailando con un rítmico e hipnótico balanceo hasta posarse a mis pies. Como si la hubieran dejado caer, justo alli, para que yo la encontrara.
No sé de dónde ha salido.
Estoy estupefacta, asombrada, con la vista clavada en el suelo, y siento el impulso de levantar la vista al cielo, con temor a la vez, por si el techo de mi habitación no es lo único que encuentro al hacerlo.
He salido de mi asombro y recogiéndola del suelo, la he cogido suavemente entre mis dedos, he acariciado cuidadosamente sus sedosos filamentos, con reverencia, con temor a que desapareciera tan rápido como había aparecido. Sin más.
Son casi incorpóreos. Tan suaves como una caricia. Tan leve que parece irreal, mágica, voluble.
He guardado la pluma entre las páginas de mi diario, entre estas líneas, para que cada vez que la observe y la acaricie entre mis manos, me recuerde que la magia existe, que no debo dejarme abatir por la tristeza que algunas veces, se adueña de mi alma y mi cuerpo.
Recuerdo que cuando era niña, mi abuela siempre me decía que debía tener el ángel de la guarda más bueno y paciente del mundo velando por mí. Ella creía en esas cosas.
Yo siempre he pensado que eran cuentos infantiles para tranquilizar a los niños cuando duermen. Para alejar los miedos, que se sientan seguros, a salvo, bajo la vigilante mirada de alguien mágico que los protege de los males del mundo.
Hasta hoy.
Lo lógico sería pensar que la pluma que guardo entre estas páginas, haya ido a parar a mis manos por muchas y variadas razones y posibilidades.
Pero mi corazón y mi alma me gritan la verdad. Puede que mi abuela tuviera razón. Es una certeza tan clara y cristalina, como la luz de un nuevo dia.
Aunque no pueda verlo, siento que está aquí, conmigo. Que siempre lo ha estado.
Protegiéndome. Guardándome.
Siempre lo he sabido.
Demasiadas coincidencias, demasiados susurros, demasiadas veces darme la vuelta buscando a alguien que no se dejaba ver.
Creo que, no sé muy bien porqué razón, me ha dejado saber que está aquí, conmigo.
Creo que quiere que tenga fe en él, que sienta que no estoy sola, aunque a mí me lo parezca en ocasiones.
Creo que desea que sepa, que estoy a salvo bajo sus alas.



FIN

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